jueves, 16 de enero de 2014
El primer problema para tratar el miedo es reconocer que lo tenemos. Seguimos
viviendo en una cultura machista, donde los hombres no tienen miedo y donde no hay peor estigma que rajarse. Pero es necesario superar esto, comenzando por darse cuenta de que el miedo es una reacción fisiológica, perfectamente normal en un organismo sano. Lo anormal, de hecho, sería el no tenerlo.
El miedo es una reacción de nuestro cuerpo que nos alerta ante el peligro. A una
orden automática de los centros nerviosos se desata la producción de adrenalina que, por una parte, agudiza nuestros sentidos pero por otra (y aquí está el riesgo que hay que saber manejar) paraliza nuestros músculos.
El miedo no lo vamos a suprimir. Lo que podemos y debemos hacer es dominar
nuestro miedo y no que él nos domine. Ofrecemos aquí algunos puntos sencillos
que pueden ayudarnos a manejar nuestro miedo.
El manejo del miedo
En un taller sobre el miedo llevado a cabo en Chile en la época de la lucha contra la represión pinochetista, un asistente, miembro de un movimiento clandestino de resistencia comentó: Poder hablar de mi miedo me hace sentirme como ser humano; en mi organización se supone que quien tiene miedo no puede estar ahí. Nunca hablamos de ello.
En segundo lugar, hay que conocer mejor nuestro propio miedo y cómo funciona. En términos generales, ya vimos que es una descarga de adrenalina que afecta al sistema nervioso y al muscular.
Pero tiene sus formas específicas de actuar en cada uno. En algunos es el clásico temblar de piernas o castafieteo de dientes, en otros es sudor frío, otros más sienten como mariposas en el estómago.
Compartir esto en el grupo, ser capaces de conocer y reconocer nuestro miedo también es muy provechoso. Y también aprender a reírnos de él.
Siendo el miedo algo físico en parte, hay que tomar medidas físicas que ayuden a antener su reacción dentro de límites manejables. La adrenalina hace que nos falte el oxígeno. Por lo tanto es conveniente respirar repetidas veces profundamente (unas personas que se reían de estos consejos en un taller después los agradecieron cuando fueron detenidas y llevadas a la cárcel: comentaban que les había ayudado a superar el sentimiento de asfixia). También la postura del cuerpo es importante.
Hay posturas que denotan inseguridad. Si estamos parados, por ejemplo, pararse con las piernas un poco separadas, como en la posición militar de
descanso nos da más seguridad. Junto con el físico, el miedo tiene
naturalmente su componente psicológico y social.
El miedo nos hace sentirnos solos. La cercanía, el contacto físico, las miradas de
los compañeros y compañeras son una fuerza enorme para ayudarnos a vencer el miedo.
También está la dimensión más personal, relacionada con la experiencia de cada uno. Un buen ejercicio, que también se puede hacer en grupo es tratar de recordar algún momento de nuestra vida en que hayamos sentido mucho miedo y lo hayamos podido superar.
Esto nos da confianza en nosotros mismos y nos hace darnos cuenta
experiencialmente de que el miedo no es invencible.
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