jueves, 6 de febrero de 2014

La resistencia civil como lucha popular

Para iniciar con nuestro tema, lo más apropiado es dar una definición precisa de
la RCP, sobre todo si este tema es aparentemente ajeno a la mayoría de la
ciudadanía de este país. Y decimos aparentemente porque a pesar que muchos
ciudadanos y ciudadanas la desconozcan ya la han practicado en alguna medida, aunque no la cataloguen de este modo. Por lo tanto, les pedimos que de manera individual o en grupos pequeños contesten la pregunta del siguiente cuadro, tomando en cuenta su conocimiento de luchas que hayan realizado grupos u organizaciones en su comunidad, municipio, estado, país o en el ámbito internacional.


Historias de resistencia en nuestro país
Ahora hagamos un repaso histórico de algunas formas y experiencias de resistencia que se han realizado en nuestro país:

Las marchas son una forma tradicional de lucha. Merecen especial mención las
que se han emprendido recorriendo cientos de kilómetros para defender algún derecho: como el respeto a elecciones libres y limpias: San Luis Potosí en 1991, Tabasco en 1992 y 95, Guerrero en 1999; o el reconocimiento a los derechos indígenas: Chiapas en 1992.

Los plantones y/o bloqueos de instalaciones públicas han sido recurrentes. Mujeres navistas frente al Palacio de gobierno en San Luis Potosí durante 1991, bloqueos en instalaciones de PEMEX en las luchas tabasqueñas contra la
contaminación ecológica y el fraude electoral durante 1995, plantones post-
electorales en Colima y Campeche durante 1997, etc.

Los ayunos y las huelgas de hambre son realmente incontables. Como un parteaguas en este estilo de resistencia se podría recordar el de Luis H.
Álvarez en Chihuahua en 1986, por el fraude electoral cometido en ese estado y,
también el de don Samuel Ruiz por la paz en Chiapas, secundado por un grupo de personas en el Ángel de la Independencia en diciembre de 1994. Por su increíble resistencia, no sólo al hambre sino a toda clase de adversidades, habría que mencionar la experiencia de los barrenderos tabasqueños que ante su despido injustificado e ¡legal por el gobierno del estado de Tabasco en 1995,
éstos iniciaron una larga huelga de hambre como protesta y exigiendo su reinstalación en sus puestos de trabajo.

Movimientos muy diferentes por su composición social, pero igualmente creativos en sus formas de lucha, son El Barzón y la Asamblea de Barrios. Entre
algunas de sus acciones emprendidas se encuentran Las Clausuras simbólicas de oficinas, funciones públicas (como las luchas libres de Superbarrio contra los
variados enemigos del pueblo), un elefante en una sucursal bancaria, etc.

Otra forma novedosa (o renovada) de lucha, lo constituyen los strip tease de protesta. Hace unos años lo protagonizaron mineros de Pachuca y después de Chihuahua. En fechas más recientes una organización popular lo llevó a cabo frente a la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, con la novedad de que era escalonado (no sólo porque estaban sentados en los escalones del recinto): cada día que transcurría sin que se les atendiera, se despojaban de una
prenda diferente (por cierto que pusieron en aprietos a un asambleísta a quien le
agradecían su solidaridad pero pedían que fuera más participativa).

En otro apartado, pero definitivamente como parte de la resistencia del pueblo
contra el neoliberalismo, se registran las diversas experiencias socioeconómicas
promovidas desde abajo, tales como las cooperativas, los modelos de comercialización alternativa, los diversos grupos de autoayuda y también, las nuevas experiencias de educación alternativa.

Un capítulo aparte merecen las acciones que se han llevado a cabo en, desde y a favor del pueblo chiapaneco a partir de 1994, tanto las promovidas por los
zapatistas, como las emprendidas por iniciativa de diversos sectores de la sociedad civil.

Para empezar tenemos las manifestaciones masivas de enero de 1994, que lograron detener el fuego y abrir la puerta a los diálogos de paz. Durante las diversas etapas de la negociación se implementaron los cinturones de paz. La presencia física de observadores como un disuasivo a la violencia se manifestó también en los campamentos de paz (que han estorbado los planes contrainsurgentes de las autoridades que éstas emprendieron como la conocida y delirante campaña contra los observadores extranjeros).

A esto hay que sumarle las caravanas solidarias, la Convención Nacional Democrática y las diversas invitaciones zapatistas para que la sociedad civil se
organice. Una mención especial merece la Consulta sobre Derechos Indígenas,
realizada en marzo de 1999, con sus 5 mil zapatistas dando su palabra a todo lo largo y ancho del país.

Finalmente (y no porque ahí termine la lista) hay que destacar la heroica resistencia de comunidades indígenas chiapanecas (zapatistas o no) que han rechazado en repetidas ocasiones las incursiones del ejército, totalmente desarmadas, con las mujeres y niños en primera línea.

 
Una primera definición aproximativa de la RCPUna forma de hacerlo sin meterse en apuros conceptuales o en enredos de palabras consiste en pedir que se exprese en una palabra lo que consideran fundamental de estas formas de lucha: Definamos en una palabra la RCP.

•Valor
•Justicia
•Creatividad
•Firmeza
•Coraje
•Verdad
• Sacrificio
• Dignidad
• Lucha
• Determinación
• Amor
• Sufrimiento


Algo que podemos notar es que todas éstas son formas públicas, más o menos
organizadas, de manifestarse para dar a conocer (y sentir) a la opinión pública y a las autoridades el peso de una posición y, al mismo tiempo, presionar a dichas autoridades o, en algunos casos, obstaculizar directamente con la presencia física de nuestros cuerpos, la realización de algún acto autoritario. Estas
manifestaciones no se ciñen a los canales institucionalizados marcados por la ley, aunque no necesariamente están en contra de ellos.

Otro punto que se puede destacar es que, aun en el caso que se trate de impedir o interferir directamente alguna acción autoritaria, se confía en el poder de la persuasión o la disuasión; incluso se pone en riesgo la propia integridad, pero no se recurre a la violencia para destruir o vencer al adversario. Dicho con una expresión que ha retomado el Sub Marcos, se trata, no tanto de vencer, sino de convencer.

Con esta breve descripción y este somero análisis, ¿podemos decir que ya
tenemos la definición de lo que es la RCP? Sí y no. Sí, siempre y cuando nuestra
concepción de la RCP no parta de una teoría abstracta, sino de lo que el mismo
pueblo intuye y practica espontáneamente. El mismo Gandhi aconsejaba de no hablarle a la gente expresamente de la no-violencia, sino simplemente explicarle en qué consiste, la misma se dará cuenta de que eso es lo que ya estaba haciendo. Por ejemplo, en un foro sobre Gandhi realizado en San Cristóbal de las Casas en 1998, Conchita Calvillo de Nava decía que cuando comenzaron el movimiento navista por la democracia, ni ella ni su esposo Salvador habían leído nunca a Gandhi, pero que cuando comenzaron a leerlo, se dieron cuenta de que era lo mismo que ellos estaban tratando de hacer y señalaban: donde Gandhi hablaba de la fuerza de la verdad, nosotros hablábamos de la fuerza de la dignidad.

Pero, no basta quedarse en un nivel intuitivo y espontáneo. La RCP se basa en
valores que no pueden permanecer simplemente implícitos: actuar de manera
no-violenta es algo que a algunos se nos puede ocurrir naturalmente, pero mantener una posición no-violenta-activa frente a la represión y en medio de los golpes, es algo que a nadie se le da espontáneamente.

Además, podemos realizar acciones originales e incluso heroicas, pero con frecuencia son acciones aisladas, no comprendidas, ni planeadas, ni ejecutadas como parte de todo un proceso y una estrategia de transformación.

Es cierto que en la vida cotidiana rara vez se llevan a cabo acciones, incluso las más exitosas, siguiendo puntualmente el ABC de los manuales de planeación, de eso no enseñan los libros, la vida tiene otras letras. Pero si nos detenemos aquí, no es por un afán purista, ni por consideraciones meramente teóricas, sino por razones urgentemente prácticas.

En efecto, podemos admirar la creatividad popular y el dinamismo del movimiento ciudadano o la sociedad civil. Pero, quién no se ha preguntado
alguna vez ¿a dónde vamos con ese tipo de acciones? ¿será que realmente podemos cambiar al sistema corrupto, injusto y antidemocrático con marchas y plantones? Los mismos zapatistas, que en 1994 se levantaron en armas al grito de ¡Ya basta!, argumentaron que todos los demás caminos se les habían cerrado, ahora parecen apostar junto con la sociedad civil por este tipo de
movilizaciones. Pero, siendo sinceros, ante la respuesta de las autoridades y sus aliados macromillonarios que no sólo no se abren, sino que se cierran cada vez más, ¿acaso no hemos pensado más de una vez que esta forma de acción es insuficiente y que habría que hacer algo más?

En Guerrero, por ejemplo, no sólo con la historia y la tradición guerrillera del estado, sino con la fogata ya ardiendo, al PRI-gobierno no se le ocurre otra cosa que echar a andar toda su monstruosa maquinaria de fraude y control electoral, cerrando una vez más las salidas pacíficas y atizando con leña y gasolina el fuego. Y no sólo en aquella entidad sureña, sino también en Oaxaca y seguramente en muchas otras partes, hay quienes han pensado (y actuado en congruencia) que las vías no-violentas para el cambio están definitivamente agotadas.

Nosotros pensamos, junto con Gandhi, que el sendero no-violento nunca se agota, aunque ciertamente puede estrecharse y hacerse sumamente difícil. Para recorrerlo, y particularmente en estos momentos en que parece haber una involución en la llamada transición a la democracia, es indispensable comprender y asumir más a fondo los principios y la mística de la RCP.

Por supuesto estas inquietudes no pueden (ni deben) resolverse en un manual, sino con el compromiso y la práctica de la lucha.
(Texto tomado del manual de resistencia civil "De ciudadano a ciudadano")

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